sábado, 21 de abril de 2012

Vera

A la noche llegaba todos los días exhausta del trabajo una fotógrafa de un importante diario cordobés.
Aterrizaba a casa de un frágil golpe abriendo la puerta,
dejaba caer el bolso y el diario al suelo que se sentían junto con las llaves,
y se recostaba de clavado al sillón cual balsa la llevaba por algunos mares , mojándola en olas de oxígeno para los clasificados de su luna cansada.

Asimismo tenia unos ojos glaciales 
sin precisar de bufanda ni guantes
para captar las imágenes más desgarradoras del fotoperiodismo.
Desde los dieciocho años solía llorar todos los domingos después de cenar. Generalmente a la misma hora,
siendo la punta final del postre sin deleite.
Caía en el precipicio de una angustia inexplicable.
Como un jazmín absorbido por la tierra sin lluvia y derretida por el ciclope de azafrán.
Juntaba sus lágrimas en veintisiete vasos y luego se las regaba a sus amigas de hiedra.
A medida que la adultez se le asomaba con los años,las responsabilidades, obligaciones, los conflictos con su jefe y amoríos descartables; quedaba experimentada en su piel de papel, 
su boca se iba secando tan pronto como sus facciones endureciendo;
  
confeccionando la espada para cada mañana.
Su psicóloga insistía en probar con otra pareja , otro trabajo, otro barrio, otra ciudad.
Tantos otros que se le escapaban cuando memorizaba sus suicidios de temporal habitante.
Intuía.
Y sus vocales leían que había otro.
Otros.
Otras. Pero no eran los otros que el psicoanálisis le insistía hace ya cuatro años de tratamiento.
Eran otros los otros.
Y eran su otra.
Paralelamente a su rutina, tenía una gran pasión por la botánica
y aunque viviera en un edificio, dibujaba de verde su departamento con todas las plantas
sin ser una casa de arboledas.
A sus padres les molestaba los aromas que ellas producían,
les salpicaban en rebote todo ese follaje,
y cada vez que iban a visitarla
como sin querer nacía una nueva planta(y con cartas).
De apoco y de a mucho se fue plagando de la siembra que se convertía en telaraña para los apropiadores,
tan plagado que ni espacio quedaba para caminar alrededor del comedor.
Cada vez había menos.
Hasta los asientos de la familia invitada fueron ocupadas por las plantas.
Luego la misma mesa.
Luego la misma comida.

- - Pero Vera. Esto es un disparate !! Ya no podemos entrar en la casa …por tus plantas!
- Solo con ellas aun puedo respirar- dijo la joven con una voz frágil casi rompiéndose pero firme e intimidante.

El silencio y la pausa de por lo menos media hora empezaron a chillar agudamente

como una pava hirviendo
los remordimentos que pellizcaban la lengua de su madre.


 - Querida. Esta bien, pero corré las plantas así dialogamos- decía la señora con el miedo a prueba buscando con los pies algún vacío para sentarse.

- El hormigueo de mi cuerpo no es al vicio, y con la almohada pegada que reclama el movimiento. Ni la dinámica de una tortuga me gana,. No te parece?- tomó aire y prosiguió:

-.Sin el sol claro no me daba cuenta que tampoco bebía mi agua. Ya es hora de pararse sin piedras, quiero la verdad de mi agua, la verdad del sol que me trajo., - decía con mirada suplicante enfrentándose a la señora que hasta ese momento había sido su madre.

Y con un dolor de mil espinas en la panza, de huracán de cachetadas en el corazón, la sacudida de su esqueleto que a punto de desplomarse lograba sostener para seguir escuchando.

La muchacha supo la verdad.(Una parte).
La otra tendrá que seguirla descubriendo con la ayuda del tiempo)
En otra estación conoció a su tío y abuelo,
 y a través de ellos a sus padres.
De donde venía el amor a sus plantas.
Pero su nombre siempre había sido el mismo.
Y una noche,
su último domingo después de cenar,
y en la hora de llorar, le vino un pantallazo asombroso.
Todavía era un bebé, en los brazos de su madre joven que por entonces tenia dieciocho para sus ojos valientes.

-angelito ,acá adentro nos alumbras y das calor.

No sé que va a pasar después pero la lucha sigue y siempre estaremos cuidándote.
No creas a los monstruos como monstruos
Ésa es la manera de derribarlos.
Lo veras, Verita.
No tengas miedo, que naciste de los vientos de fuego.
Siempre serás Vera.-

Ese día fue el último de tantos domingos.
Las lágrimas inexplicables tenían su fin.
Empezaban a nacer las nuevas.
Las hambrientas de justa memoria.
Las raíces de su alma siempre la empujaron a que este día llegara como el prisma de la sangre latente, dandole prisa a un letargo que por años habían ahogado su ADN.

- Verita, vamos?- le dijo el novio .


Salieron del departamento y dejaron a propósito la puerta abierta.
Mientras jugueteaban con el folleto del cine por los pasillos del edificio...
 La fotosíntesis comenzó su proceso.